Un breve apunte sobre El Mago.


El Mago, el número uno, el mejor y el más potente… La unidad como principio activo de la creación, como el Inicio de todo… El yo homínido del ser humano en estado puro, plenamente dispuesto para la acción. Capaz de tomar la nada de la que parte El Loco y de emplearse en darle forma, hasta hacer uno del cero.
Hábil, elocuente, imbuido de un gran poder interno que a menudo le lleva a la pasión, El Mago representa al ser humano capaz de desplegar sus energías en pos de la superación, de la transformación, de la transmutación, para alcanzar alegremente la meta propuesta. Es la inteligencia creativa y práctica, la energía alentadora de la audacia y conductora al éxito. Como un adolescente o un veinteañero ebrio de entusiasmo y de cierta irreflexión, capaz de jugar a un mismo tiempo con muchos y muy diversos elementos, capaz de generar otros nuevos como un auténtico alquimista de la vida, El Mago es aire que sopla y cambia de dirección sin dificultad. Es Mercurio, el comunicador. Es Marte, el guerrero que se atreve a la autoafirmación, que despliega su energía en la exteriorización de sus deseos y en su logro material. Es Aries, casa de Marte y signo de fuego… Llamas que se tornan eminentemente expansivas al recibir el soplo de aire del Mago. Naturaleza guerrera y militar, esencia emprendedora, arrojado nauta capaz de embarcarse en grandes empresas y de llevarlas a buen término. Todo vale para avanzar en el camino recién emprendido. Acción en estado puro. Enorme poder interior entregado al ejercicio activo de la transformación. Una lucha que, a despecho de toda opinión ajena o juicio establecido, llevará al triunfo aún a riesgo de dejar atrás las limitaciones, si bien prudentes, de la conciencia. Y arma de doble filo, pues El Mago es capaz de explotar su talento de manera egoísta, sometiéndolo tanto al servicio de la Luz como de las Tinieblas.
¿Veis la carta? Ayudaos de una lupa o de un cuentahilos… Si os fijáis en los tres dados dispuestos sobre la mesa, podréis sumar los números insertos en las caras expuestas y obtendréis esta cifra: 22. Esto es, el número de arcanos mayores. Y si echamos mano de la combinatoria, veremos que 56 son las combinaciones que resultan de la combinación de los tres dados presentes en la carta… ¡El número de arcanos menores que completa a los 22 mayores, hasta obtener el total de 78 arcanos de la baraja del Tarot!
Fijaos ahora en esta lista:
ESPADAS: Aire-Espacio-Obras de elección.
COPAS: Agua-Tiempo-Obras de sensibilidad.
OROS: Tierra-Materia-Obras de inteligencia.
BASTOS: Fuego-Energía-Obras de fuerza.
Observad de nuevo la mesa del Mago. Encontraréis sobre ella los cuatro elementos terrestres al servicio de la humanidad. Hay monedas de oro (tierra y materia), hay una copa (agua y tiempo; el otro vaso es el cubilete de los dados); hay un cuchillo (aire-espacio). El cuarto elemento lo blande en su mano izquierda: una varita de madera (fuego y energía). El Mago pretende dominar el mundo material, sus cuatro elementos, y de él depende alcanzar o no con sus acciones un grado de pureza superior al que ya posee. Este ideal de pureza que menciono se relaciona con el que buscaban los antiguos alquimistas. Su camino elegido fue el de la transmutación metálica según la teoría de los cuatro elementos formulada en su origen por Empedocles (Agrigento h.495/490-h. 435/430 a.C.), sobre los cuales actuaría el quinto elemento o quintaesencia, un principio catalizador capaz de actuar y modificar los otros cuatro. La alquimia perseguía un sueño: pasar del mundo inferior (el homínido) al superior (el humano). Materializar el mito platónico de un mundo ideal, puro y perfecto, libre de las imperfecciones del ser humano. Trabajando con estos elementos, El Mago busca alcanzar su destino, marcado al final del viaje espiritual del Tarot Evolutivo por el arcano XXI: El Mundo: la elevación espiritual. La superación de lo mundano. No en vano esa varita de madera se eleva hacia el Cielo, como pidiendo a “lo divino” inspiración para la aplicación terrenal de la energía del Mago.

Un breve apunte sobre El Loco.


Si consideramos el Tarot como una suerte de viaje espiritual por cada uno de los lances de nuestra vida (y por ella misma en sentido global), veremos cómo El Loco es el aventurero que inicia dicho viaje, lo recorre mal o bien o regular y trata de concluirlo del mejor, del más regular o incluso del peor modo posible.

En nuestra tradición aritmética moderna, debemos la existencia del cero a la cultura india: llamáronle shunya en aquél su origen. Su primera aparición conocida se fecha en 810, en la obra «Tratado de la adición y la sustracción mediante el cálculo de los indios», debida a Abu Ja'far Mujammad ibn Musa, matemático, astrónomo y geógrafo persa, adscrito a la religión musulmana chií y que vivió aproximadamente entre 780 y 850.

Para muchas escuelas hinduistas y budistas, de hecho, shunya eslo real”, “lo primero y último”, la “esencia del ser” anterior a la “existencia del ser”. Entendida de este modo, la nada adquiere una entidad real, en tanto que no se puede concebir el ser sin haber concebido antes su negación. A un nivel más pragmático, además, ¿acaso no nos valemos del cero para realizar complejas operaciones matemáticas que cargan en sí mismas cifras enormes? Ese es el inmenso valor pragmático del cero. Condensar en un símbolo que significa “nada” enormes cantidades de “algo”, hasta alcanzar el “todo” o, al menos, su idea más aproximada. Aplicad al Tarot Evolutivo este principio matemático tan sencillo y descubriréis que El Loco, siendo “nada”, parte hacia un camino que le puede llevar al “todo”, independientemente del color moral de ese todo alcanzable.

Desprovisto de numeración o numerado con el cero, este arcano representa, pues, lo que tiene la cualidad de ser, pero está por ser. Es el representante de las posibilidades vitales, espirituales y mundanas que se pueden presentar en la medida en que uno actúa en su vida. El símbolo del cero, un círculo continuo que evoca el concepto de ciclo sin origen ni fin conocido, de ciclo cerrado en sí mismo, de inexistencia y de eternidad, representa una nada que no es pasiva, sino que activa en tanto que primer paso hacia la primera solidez de la realidad activa representada por el número uno.

En nuestra disciplina, ese “uno” es el arcano del Mago, cuyo buen titular podría ser el de “Inicio”.

Y el del Loco, “Búsqueda”. Búsqueda de lo real, activada en su inicio por El Mago, personaje de manos y mente activas. Para este arcano, para El Loco, en efecto, todo cambio es posible. Todo avance o retroceso es factible. Todo ciclo evolutivo o involutivo es alcanzable.

Y: apreciad que, si éste es el único arcano sin número en todo el Tarot, podemos relacionarlo íntimamente con otro único arcano que presenta una única característica propia similar a la de El Loco en cuanto a su nomenclatura: La Muerte, esto es, el Arcano sin Nombre. Un arcano sin número, un arcano sin nombre… El Loco, el hombre; su destino, La Muerte. El movimiento del loco ser humano hacia un cambio de ciclo tras otro: el que nos lleve a una nueva relación de pareja, a un nuevo empleo, a una nueva auto consideración o –quien sabe- a un nuevo plano de existencia más allá de este tan humano y terrenal que nos ocupa.

La Tríada Sagrada.


Muchos de mis consultantes y amigos (especialmente los sitos en Argentina) me piden que escriba sobre la “Tríada Sagrada”, expresión ésta que utilizo en ocasiones. Estos días sigo de retiro y limpieza, por lo que he tenido tiempo para ponerme al día con vuestras preguntas y consultas no materializadas en tiradas de mi Tarot Evolutivo.

Vamos allá, pues…

Una Tríada, en origen, simboliza una suerte de perfección basada en el equilibrio y la totalidad. En las tradiciones místicas, por lo general, el Uno es el símbolo de lo no polar ni divisible, de la unicidad más allá de toda seriación conocida por el hombre (cuyo ejemplo o modelo cotidiano se basa en la diversidad de su mundo). Dos es, en cambio, el primer símbolo de la polaridad y la primera base que rige nuestra realidad humana, tan ebria de contrastes. Así, hablamos desde antiguo de día-noche o Sol-Luna para designar la polaridad temporal; arriba-abajo o derecha-izquierda para la espacial; masculino-femenino para la del Reino animal, al que pertenecemos; Bien-Mal para la polaridad moral; Ying-Yang para la energética, etcétera. Las combinaciones y nomenclaturas de clasificación son muchísimas, cito las que cito para hacernos una idea y seguir avanzando en el tema que nos ocupa…

Podemos apreciar que esa dualidad representada en la Díada (pareja de dos seres o cosas estrecha y especialmente vinculados entre sí) conlleva, forzosamente, la existencia de un punto medio, lo que origina el concepto de “Tríada” en su estado más primigenio. En palabras de Aristóteles, la Tríada abarca principio, medio y fin, lo que da idea de la existencia de un proceso de movimiento y evolución/involución constante. Así, el día progresa hacia la noche a través de la tarde; el Bien se mueve hacia el Mal o viceversa siguiendo un recorrido evolutivo o involutivo, respectivamente, y así sucesivamente con toda Díada que se nos ocurra tener en consideración.

Volvamos a las Tríadas. Éstas aparecen en todos los niveles de la vida religiosa y en las más distintas y distantes tradiciones místicas de todos los tiempos. Hoy escogeremos una: la Gran Tríada del budismo chino, cuyo origen dormita en el taoísmo.

Empezaremos con un breve apunte sobre numerología taoísta, para ir afinando el tiro. En el taoísmo, los números pares son llamados terrestres y pertenecen al Ying (lo femenino, oscuro y lunar); el primer número par es “2” y representa a la Tierra. Los números impares son llamados celestes y pertenecen al Yang (lo masculino, luminoso y solar), siendo “3” el primer número impar, y que representa el Cielo.

“1”, el primer número de la notación matemática e impar, no es ni Ying ni Yang, porque representa la Unicidad creadora, anterior al Cielo, a la Tierra y a la Creación misma. Se trata de la Unidad Trascendente (o Tai-Ki), de donde procede todo lo creado El número “0” (Wuji) representa en cambio el Vacio, la nulidad, el no-ser. El principio y el fin.

En el taoísmo, manantial que irriga el fértil campo del budismo chino, el simbolismo de la Gran Tríada que nos ocupa tiene un rango de segundo grado. La Tríada de primer grado es para la Tríada Sagrada formada por los complementarios Cielo (Tien) y Tierra (Ti), y por la unidad trascendente (Tai-Ki).

Es decir: Tai-Ki, Tien, Ti. Dios-Cielo-Tierra.

La Tríada de segundo grado o Gran Tríada está compuesta por los complementarios Cielo y Tierra y un nuevo agente, viejo conocido nuestro: ¡el ser humano!

Aquí lo tenemos: Tien, Ti, Jen. O sea: Cielo (lo trascendente y espiritual); Tierra (lo inmanente y material) y Ser humano (como hijo de ambos).

Pero también, en su designación más clásica: Tien, Jen, Ti. Esto es: Cielo (lo trascendente y espiritual)-Ser humano-Tierra (lo inmanente y material). Esta versión nos sitúa a nosotros, mortales de necesidad respecto a la Tierra pero inmortales por energía respecto al Cielo, como intermediarios entre el Cielo y la Tierra. Buscando unir nuestra esencia celestial con la sustancia terrenal. No podría ser de otro modo, puesto que del Cielo (Yang, masculino, luminoso y de orientación izquierda) y la Tierra (Ying, femenino, oscuro y de orientación derecha) provenimos nosotros, nuestra especie propia. Bebemos de ambas aguas.

La humanidad, pues, como hija y como intermediaria del Cielo y de la Tierra. En cualquier caso, siempre a mitad de camino entre lo homínido y lo humano. Siempre fiel a la materialidad concreta sobre la que andamos y a la llamada del mundo espiritual hacia el que nos orientamos. Y aquí invocamos el noble espíritu del Libre albedrío, una vez más. Cada cual de nosotros hace de su capa un sayo al respecto, o está en ello, cuando menos. De la actitud de cada uno depende el acercarse un poco más, vida a vida, a las estrellas, o el hundirse en las profundidades de la tierra, en su oscuro averno homínido.

¡Atención! No se moleste o escandalice nadie por estas seriaciones ni las califique de “sexistas”, pues cada uno de nosotros, independientemente de su entrepierna diferencial homínida, posee energías espirituales de ambos lados Ying y Yang. Ahora bien, el principio taoísta es el que es, y cuando fue enunciado no se hizo buscando primar al macho sobre la hembra. Ambos son opuestos, sí, pero indefectiblemente complementarios. Los conceptos que manejamos se mezclan entre sí, las nomenclaturas dejan siempre un cierto espacio para manejarlas desde una u otra intención… Mirad: el Sol es energía cálida y masculina, como la bomba atómica. Pero esta es, en cambio, destrucción masiva. La Luna es energía fría y femenina, pero es también mágico misterio, profundo, insondable misterio…

La importancia de la Tríada Sagrada es que "evidencia la existencia" de un Camino de Perfección para el ser humano. Básicamente, trascender lo homínido (las apetencias sensuales de la vida cotidiana y sus derivaciones hacia excesos en defensa del cumplimiento de dichas apetencias de manera desmedida) y progresar en lo humano (lo humano nos lleva al Cielo, a la Paz, a la Bondad, a la Limpieza). No pido ascetas, pues la tierra está pletórica de sensualidades y apetencias que, bien llevadas, hacen del planeta una suerte de Paraíso. Pido seres consecuentes con el progreso que debemos ir cumpliendo, sin prisa pero sin pausa, para alcanzar la felicidad más limpia y máxima posible.

Estuve un poco enfermo...

Ser “sensitivo” entraña riesgos de enfermedad energética por contaminación. Estos días he estado enfermo y ausente de mí mismo. Os puede parecer a algunos cosa rara o pura pose, y entiendo que así os sea. Es como todo en esta vida: hay que vivirlo pasa saber de qué se trata.
Tuve, pues, una serie de lecturas presenciales que me dejaron literalmente contaminado por las energías de mis consultantes y de los sujetos a ellos asociados. Me agoté en extremo bregando por desbloquear a través de mis arcanos los significados ocultos de la vida de personas de las que sólo conocía dos elementos: nombres de pila y relación con mis consultantes. Relación muy vaga y genérica, claro, apenas un titular tipo “Quiero preguntar por…” y listos, y cuyos detalles más ocultos van desvelando mis arcanos a medida que los interpreto.
En esas lecturas presenciales de que os hablo, mis relaciones con consultantes y consultados fueron siempre desde la lucha contra el mal, contra la generación de dolor y confusión psicoemocional mutua… Consultantes y consultados porque las personas a las que acogí en mi refugio o a cuyos hogares me desplacé no eran trigo emocional del todo limpio... Yo mismo no lo soy, a veces… No soy ni mucho menos ni perfecto ni limpio al 100%, tengo mis propias áreas íntimas capaces de moverme hacia el campo de la ira o la venganza, por ejemplo, o del dolor y la desesperación; y mi trabajo me deja en ocasiones “impregnado” de las bajas vibraciones ajenas, pero… Soy consciente emocional y mentalmente de mis zonas erróneas y de las vuestras. No me gustan esas realidades vuestras y mías, no las apruebo ni consiento y necesito trabajarlas y sé hacerlo correctamente. Sé que existen por nuestra misma condición homínida, y me aplico en el trabajo de reconducirlas hacia la Luz, de depurarlas como una estación depuradora de aguas contaminadas. Brotan (las mías) o caen en mi (las vuestras) sucias y revueltas, las filtro y las depuro y listos, vuelven a ser útiles en tanto que potables o salubres… Vuelven a ser como las aguas del Esla, el río de mi infancia y que da nombre a mi trabajo. Frescas, casi frías, caudalosas o tranquilas pero siempre sin freno. Fluidas. Aguas de un río entre montañas en pleno verano, en las que disfrutar de un baño renovador bajo el Sol intenso.
Así pues, en esas lecturas presenciales me enfrenté a un cóctel explosivo de males típicos de nuestra sociedad. Cuernos, embarazos por partida doble (a esposa y amante), avaricia, profundo desagradecimiento, engaño, ataques furibundos a la propia sangre (madre y hermana), filoeurismo despiadado y disfrazado de hipócrita bondad, mucho vicio y mucho griterío prepotente y ridículo en su mediocridad, pero cargado de maldad y de ceguera… Porque somos ciegos. Estamos ciegos. Vivimos ciegos, dominados por vibraciones muy bajas y sin apenas tomar conciencia de ello. Vivimos agobiados por realidades que nosotros mismos generamos, por más que nuestra “caída” en ellos no haya sido voluntaria o libremente decidida desde una posición de auténtico libre albedrío. “La vida ya era así cuando llegamos a ella” –dicen algunos-, pero yo respondo: Podemos cambiarla. Debemos cambiarla. Nadie nace enseñado y todos podemos aprender. La única revolución posible es siempre la individual. Muchas revoluciones individuales suman, al cabo, una auténtica revolución colectiva. Y yo aporto mi granito de arena a ella, claro… Aunque a veces me desbarate el bregar con tantas energías ajenas (y en ocasiones propias), voy aprendiendo a mantener una higiene y una praxis energética, como si yo mismo fuese una especie de atleta del espíritu que busca estar siempre en plena forma. Ahora, tras tomarme unas jornadas de respiro después de un semejante exceso de actividad, recibo de nuevo consultantes PERO sólo, de momento, en la distancia. A través del éter. Las presenciales volverán en breve, os lo prometo.

Dolores y los lastres (2ª parte).

Llamó de nuevo Dolores transcurrida una semana, y me pidió una consulta rápida acerca de su encuentro con Juan Carlos. La pedí pensara en él, en las horas que pasaron juntos, en las energías que sintió ella al estar junto a él y en las que pudiera haber percibido en Juan Carlos. Sentí entonces, mientras movía mis arcanos, una suerte de hálito balsámico, un soplo suave y apacible que inspiraba alivio. Ligero. Liviano. Casi igual que un beso mudo en la mejilla…

El corte inicial me dio Templanza y Rueda de la Fortuna.

Templanza es comunicación, fluidez interior… El arte de la transformación en su expresión más depurada. Como una alquimia entre opuestos de la que surge el equilibrio, la estabilidad, el poder adoptar una actitud placentera y confiada frente al mundo y sus asuntos.

Rueda de la Fortuna es el símbolo de la totalidad en movimiento: una rueda que gira en plena vorágine de energía, ofreciéndonos dejar atrás las viejas limitaciones para alcanzar una nueva realidad vital en nosotros mismos, sin dejar por ello de ser nosotros mismos. Como una versión propia pero más limpia y libre de miserias y dolores, más discernidora y dotada de un razonamiento claro y objetivo a nivel mental, desde luego, pero también emocional y espiritual.

Extendí mis arcanos sobre su lienzo de lino teñido (gracias, Alicia, por tan hermoso regalo), y allí quedó dispuesta la Cruz Celta respondiendo a Dolores. Es esta Cruz la base técnica del Tarot de Marsella, su sistema operativo más común y extendido. Bien que haya versiones varias sobre ella: dejad que os narre cuál es la que yo utilizo en mi trabajo, al tiempo que os ilustro a Juan Carlos tras su encuentro con Dolores…

Diablo representándole a él en su actual momento; Luna en contra suya o en su entorno; Papa en su disposición anímica y espiritual; Torre como resultado final; Ermitaño a guisa de “toque final” en su tirada, como la dosis precisa de sal en un cocido bien aliñado.

El Diablo situaba a Juan Carlos como hombre consciente de su mundo interior, capaz de percibir la profunda naturaleza de las cosas más allá de lo meramente superficial. Aplicado a su dolorosa experiencia en el ámbito de pareja y familia (pérdida de su esposa e hija, diez años atrás), resultaría víctima de un enquistamiento en su dolor. Es lo que en Tarot Evolutivo denominamos “ataduras psicomateriales”. ¡La experiencia oscura es tan densa, que cobra visos de auténtica materialidad! Y en relación al amor o a los sentimientos que pudiera Dolores despertar en él, actuaría con prevención y miedo a lo desconocido, rechazando cualquier compromiso emocional.

No en vano apareció La Luna en posición contraria a él, y en su entorno. Este arcano simboliza el adentrarse en lo más turbio y profundo del alma humana, para encarar pruebas muy largas y dificultosas. Representa el Reino del Subconsciente, el Cuerpo Emocional del consultante. Quien penetre ese pasaje y lo recorra por completo, alcanzará una nueva vida. Será un peregrinaje por los dominios de lo oscuro, lo desconocido y lo amenazante, pero quien sepa apreciar la seducción y el misterio de La Luna, llegará al siguiente arcano del Tarot: El Sol. El encuentro con el ser. El renacimiento. El cumplimiento de los deseos. Así como a la noche releva el día.

¿Y la disposición anímica y espiritual de Juan Carlos? Encarnada en la figura de El Papa, figura que conoce las leyes celestiales y terrenales, esa disposición suya condensaba el abandono de miedos y reparos gracias a la protección de un maestro espiritual. La infalibilidad celestial del Hierofante imbuía a Juan Carlos de una seguridad aplicable en lo terrenal: la de forjar reflexiones certeras capaces de orientarlo en su recorrido por La Luna de sus dolores subconscientes. En este arcano, la figura del Papa aparece impartiendo su bendición; en la tirada, esa bendición fue recibida por La Luna, situada justo por debajo de la mano del Pontífice (“hacedor de puentes” en latín. Un puente para ayudar a salvar obstáculos).

Por último, como resultado final de la tirada, el arcano de La Torre: la venda que cae de los ojos del alma. La liberación de la confusión. La torre del ego se derrumba, nuestras seguridades y convicciones, malas o buenas, quedan irrevocablemente sacudidas y se nos plantea una “prueba a superar”. Una energía que nos llega del Cielo, desde arriba, desde fuera de nosotros mismos.

-El Cielo no es demostrable-, diréis algunos.

Y os daré la razón, puesto que racionalmente la tenéis. No hay constancia científica de la existencia de ese Cielo y de los personajes que lo habitan. Llamemos “Dolores”, y no Cielo, a esa energía llegada a Juan Carlos desde su exterior. Igual un día escribo de lo poco que conozco de ese “Cielo”, pero cuesta hacerlo con palabras. De momento, quede claro que no importa nada encarnarlo en un Dios tal o un Dios cuál… Hablar de la energía de Dolores basta. Esa mujer es para Juan Carlos una oportunidad de evolución, de liberación y avance.

¿Y la sal de este cocido?

La sal fue El Ermitaño. La soledad. El autoanálisis en profundidad. Respecto a Dolores como mujer, hablaba del distanciamiento de una relación que se vive como problemática. Asociado a La Torre final y en este mismo nivel de interpretación, hablé a Dolores de discusiones, de distanciamiento, de posible ruptura afectiva… El Ermitaño de Juan Carlos alumbraba a su Diablo. El Papa le lanzaba a recorrer su Luna armado con su bendición. La Torre le planteaba una prueba a superar.

-Dolores, has ofrecido tu Luz a ese hombre, y él la ha recibido con sorpresa y con agrado. Déjale ahora tranquilo, dale tiempo a procesar, a reaccionar. No le fuerces. Guárdate tú de todo desencanto. No esperes de él NADA a cambio de tu Luz. Has obrado con limpieza, ahora la pelota está en su campo. Ojalá consiga depurar sus emociones.

Dolores y los lastres (1ª parte).

Tuve la semana pasada una llamada desde una ciudad algo lejana. Una mujer apesadumbrada pedía por la respuesta emocional de un hombre respecto a ella. Dijo llamarse Dolores. El hombre, Juan Carlos.

-Veamos qué energías mueve respecto a ti, Dolores…

Las cartas empezaron a extenderse sobre la mesa. Ermitaño, Papisa, Colgado, Torre… Enamorados en el centro de la Cruz Celta. Juan Carlos aparecía en mis arcanos como un hombre presa de su pasado, alguien atrapado en una densa red de prevenciones y miedos… Como si el conjunto de sus experiencias emocionales condicionase el desarrollo de sus juicios críticos en el amor y en los sentimientos. El lastre de su pasado psicoemocional era tan pesado, que aplomaba el vuelo de su corazón. Percibía dolor y angustia en sus respuestas afectivas, pero esa negatividad me llegaba lejana y atemperada, como un aguazo de colores muy sutiles y livianos…

¿Contradictorio?

Desde la ciudad algo lejana me dijeron entonces que Juan Carlos había perdido a esposa e hija en un accidente de tráfico, pero que entre esa dramática experiencia y el día de hoy mediaba una década completa y larga… Tiempo suficiente para remontar la vida en su plano más superficial y cotidiano, pero… ¡Los dolores anidados en el cuerpo emocional no saben de plazos! Antes al contrario: suelen enquistarse y alcanzar un desarrollo (y un poder) de insospechada nocividad… Quizá nuestras actuales terapias psicológicas y psiquiátricas puedan reparar los daños en nuestra mente, pero más allá de ésta viven nuestras emociones. El mundo que nos hemos construido sabe más de lo material que de lo espiritual, pero se equivoca…

La mente es materia; la emoción es espíritu. Cuando hablamos de la mente, lo hacemos de una misteriosa energía segregada por el cerebro cuya finalidad consiste en generar pensamientos en torno a los intereses del devenir terrenal y mundano, al bienestar personal. Esto es: tramar soluciones racionales a los problemas que aparecen en nuestras vidas. Pero la mente es limitada, sólo se conoce a sí misma, y ese “sí misma” está cargado de condicionantes propios y ajenos que, a la postre, nos encasillan en un modelo de conducta definible como “arquetipo”.

Vedlo así: anclado en la mente, el arquetipo (desde “representación propia que se considera modelo de cualquier manifestación de la realidad” hasta “imágenes o esquemas congénitos con valor simbólico que forma parte del inconsciente colectivo”) deviene en “cultura” y se convierte en esto: “Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico como algo normal e incambiable, en tanto que plenamente justificado”.

Cuando hablamos de la emoción, en cambio, hablamos de una energía que marca con más fuerza que ninguna la visión humana de mundo y realidad. Se trata aquí de emociones liberadas o no: angustias y alegrías; agresiones y defensas; soledad y compañía; aceptación y rechazo; inseguridad y auto confianza; amor y odio… Estamos ante un vasto almacén de informaciones recibidas a través de la propia experiencia y que, gestionadas por la mente se convierten en esquemas mentales recurrentes a través de los que enjuiciamos los acontecimientos de nuestro mundo.

De nuevo, pues, el arquetipo. ¡Y ya está servido el bucle!

El entendimiento racional no es ni imparcial ni objetivo. Depende de la experiencia emocional. La experiencia emocional no es libre. Depende de la mente. La mente, al menos desde nuestra cultura, coarta, constriñe y pervierte al sentimiento. Pero podemos trocar esa atadura en libertad si adoptamos un nuevo esquema mental que lo revolucione todo: LUZ que nos guíe al AMOR.

La mujer de la que os hablo me pidió cuál debía ser su actitud con ese hombre. ¿Debía seguir intentando una relación con él? ¿O olvidarlo? Mis arcanos le dijeron: ofrece a ese hombre una mano tendida, como quien intenta amansar a un animal asustado ofreciendo un pedazo de alimento suavemente depositado en la palma…

Ella respondió: -Lo veré la semana próxima. Te llamaré para consultar el resultado. Y así lo hizo. Os lo cuento mañana.

Eva en su encrucijada (2ª parte)

De modo que, un par de meses más allá de nuestra primera sesión, Eva y yo coincidimos por la calle de nuestra villa. Ya lo habíamos hecho otras veces, pero en esos otros encuentros vividos habíamos charlado de generalidades, intercambiado bromas o, simplemente, holas y adioses y nos vemos pronto, todo bien, gracias y hasta la próxima…

El encuentro del que os hablo, en cambio, fue diferente desde su inicio.

Era casi mediodía y coincidimos por la calle Mayor y bueno, ella me estuvo lanzando una mirada intensa desde al menos 30 metros antes de alcanzarnos el uno al otro. Y cuando al fin lo hicimos, me espetó acalorada que tenía novedades y que quería una sesión conmigo, por breve que ésta fuese. Accedí. Convinimos cumplir cada cual con sus pequeñas obligaciones cotidianas todavía pendientes y citarnos en un bar determinado, unos minutos más tarde.

Y así lo hicimos.

Y ahí estábamos Eva y yo, a la hora convenida y en un bar vacío y desangelado. La propia barista, una vez nos hubo servido sendos botellines de cerveza fría y espumosa, se refugió en su cocina. Nos dijo aquella mujer –despeinada, ojerosa, con un aire de tristeza preocupada-, que éramos los primeros clientes en toda la mañana y que no soportaba ver tanto espacio libre…

-Nuestros bares ya no son lo que eran-, añadió. Y desapareció, engullida por su cocina. Y es verdad. La crisis económica y las nuevas leyes contra la droga social del tabaco han vaciado quién sabe cuántos bares del entero país. Y todo está muy quieto en nuestra vida económica. Apenas nada se mueve y en absoluto como antes, como dos o tres años atrás en el tiempo.

Eva me explicó sus novedades. Que había hablado –y mucho- con su marido. Que, de momento, compartían sólo techo y cuatro fórmulas de urbanidad forzada para garantizar una convivencia sana y un buen ambiente para con sus hijos. Que no habían puesto su hogar en venta todavía, aunque de seguro lo harían. Que ella no lo amaba; que él parecía aceptarlo con resignación; y que un galán local la estaba haciendo la corte a través de cierta red social.

¡Un galán de red social! He aquí un nuevo ítem de nuestros días… ¡Hacerle la corte a una mujer pulsándola determinadas teclas en el sentido más literal de la expresión!

Pedí a Eva el nombre de pila del caballero y me proporcionó un alias. La indiqué que pensara en él y desplegué mis cartas sobre la mesa, y esto fue lo que me hablaron: ¡los mismos idénticos mensajes en cuatro tiradas con (casi) los mismos idénticos arcanos en juego!

Un galán identificado siempre por el arcano de La Fuerza, con El Colgado en contra en tres tiradas (La Papisa en la primera), y siempre El Papa y La Justicia terrenal y El Ermitaño en juego y ya está, eso fue todo. Ninguna carta de movimiento, ninguna de pasión, ninguna de amor… Eva y yo nos quedamos estupefactos. Los mismos mensajes se repitieron cuatro veces, trazando un sendero estrecho, monótono, exento de ilusiones, sin el menor atisbo de arrebato pasional o de desenfrenado deseo… Como mucho, una promesa recia encerrada en La Fuerza, pero todavía no cumplida en la vida real.

Es La Fuerza una carta que representa a una persona fuerte, voluntariosa, determinada, con seguridad en sí misma, comprensiva y capaz de subyugar a los demás. Alguien que no teme a sus responsabilidades y que es capaz de dominar cualquier situación. En amor indica una fuerte necesidad de prestar plena atención al ser amado, de hacer que la relación avance, y también la capacidad para vivir momentos de gran romanticismo. Tanto romanticismo, que se genera la certera posibilidad de vivenciar lances de profunda, intensa y desatada pasión… Sin embargo, Colgado y Papa y Justicia reducían al galán de Eva a mera promesa oculta todavía, frenada por condicionantes sociales pero impulsada por la opción a ocupar espacio y tiempo en la vida de una mujer –Eva, la mujer- que busca nuevo candidato para su amor.

Y el amor no es como escoger a qué vagón te subes y en qué plaza te sientas y junto a quien lo vas a hacer… Puedes subir al primer o último vagón del convoy y avanzar por los pasillos y pasar de uno a otro vagón buscando una persona que te inspire algo bueno para sentarte a su lado y disfrutar de un viaje entretenido, agradable, creativo incluso… Y puedes desechar una candidata a compañía por haber otras personas de tu desagrado en al menos una de las restantes plazas libres junto a la persona escogida… Pero más allá de esta metáfora inocente está la vida, y en el epicentro de la vida vive el Amor en todos sus múltiples escenarios y papeles, como un Gran Teatro psicoemocional… Hay quien, como Eva, decide cambiar de escenario y partenaire; hay quien, como el galán en cuestión, puede ser un gran actor de las emociones y los sentimientos, alguien capaz de vivir su papel con intensidad y entrega, pero que decide enviar globos sonda a guisa de representante, antes de escoger en qué función desplegar todo su arte dramático.

¿Será porque la vida es puro teatro? El argumento de este melodrama: una mujer casada se descasa y busca. Un hombre casado la rececha, pero olvida la escopeta en casa. Su propia esposa la custodia. Veremos en el futuro más o menos inmediato en qué se ocupan sus respectivas energías. Las de Eva y las de su galán telemático.

Eva en su encrucijada (1ª parte).

Hace un par de meses largos sostuve una sesión de Tarot Evolutivo con una dama vecina de una villa cercana a la de mis montañas. Prolongamos en aquella ocasión por espacio de un par de horas largas, tal era la densidad energética que mantenía mi consultante reconcentrada y prisionera en su interior.

La llamaré Eva. Eva, la mujer.

Debo decir que Eva aparentaba ser una mujer tranquila y observadora, casi sosegada, de aquellas mujeres que disponen de un rico mundo interior que, a la postre, es el que las rige en la vida cotidiana. Nos reunimos en aquella ocasión en un espacio neutro pero a salvo de toda suerte de miradas, discretas o no, y al no saber ella por dónde empezar su consulta, qué pregunta formular, la sugerí inquirir a mis arcanos por su “estado energético”, por su situación en aquel momento en esta paradoja que llamamos vida.

La primera tirada expresaba a gritos que Eva, representada por El Enamorado, se hallaba en una encrucijada emocional, en un “desechar un amor vencido” para buscar otro… Hijos de por medio y un marido fiel y bueno, pero por el que ya no sentía ni chispa, ni magia, ni apenas interés alguno. No él, en cambio y desde luego: él aparecía como esposo fiel y dedicado, trabajador esforzado y cumplidor, pero absolutamente esclerotizado en su día a día con mujer e hijos. Un hombre bueno atrapado por la rutina mala. Nada de fuego. Cero pasión. Un día tras otro vivido en una retahíla sin final de monótono aburrimiento…

Mientras dibujé a Eva este cuadro vital, ella me observó quieta y callada. La boca semifruncida, los ojos muy abiertos y fijos en mis cartas desplegándose sobre la mesa... Concluí mi exposición y ella desató su lengua de manera furibunda y desenfrenada. Y sus brazos. Y su cuerpo entero. Vibraba, se agitaba, hablaba atropelladamente, me interrumpía una y otra vez… Desplegó una suerte de campo de fuerza electromagnética que chocaba contra el mío, comiéndole terreno. Y hablaba sin parar, iba y venía de un particular a otro, de una razón a otra, atropellándome a mí y a sí misma… Acabábamos de abrir su Caja de Pandora, y sus males, encerrados en ella durante largo tiempo, inundaban la sala con sus agobiantes revoloteos.

Preguntamos qué papel jugaba su marido en esta situación; qué podía hacer él; qué ella… Fueron siempre muchos los arcanos que participaron en sus tiradas de aquella cita, en ocasiones la baraja entera, y siempre la mostraron en situación de férrea encrucijada emocional con la figura arquetípica del marido. Ella siempre estuvo representada por la carta del Enamorado (elección), y siempre tuvo en contra la figura del esposo (El Papa o El Emperador). El resto de sus arcanos siempre representaron situaciones de compromisos y obligaciones o de tentaciones y atrevimientos (Diablo), de deseos tormentosos y ocultos y de sueños encerrados en su yo más íntimo (Luna), o de pura incapacidad de acción mientras durase su maduración evolutiva (Colgado).

Mis arcanos, en definitiva, la aconsejaron dialogar con su hombre y luchar por un entendimiento mutuo y sin acritud por ambas partes. El amor a veces se acaba y no siempre es posible revitalizarlo, y no al menos antes de que cada uno de los miembros de la pareja realice el recorrido que su energía le depara, con independencia de cuál sea el punto de llegada y el compañero de viaje. Eso nunca lo sabemos. El único punto de llegada firme es la muerte, y nadie ha podido demostrar que no se trate, en realidad, de un punto para una partida a algo diferente… Sea como fuere, los arcanos de Eva sugerían comunicación tranquila (Templanza) y participación de la justicia terrenal (Justicia), con el Ermitaño (prudencia, respeto, largo plazo) iluminándolos a ambos. Sin prisa pero sin pausa. Nunca la casa por el tejado.

Y sin acritud. Respetando la posición de cada uno.

Eva marchó al fin, y yo quedé agotado. Su despliegue energético me había derrengado. Fue como montar sin silla un caballo salvaje y galopar sin freno una pradera interminable. Aplacé mi siguiente consulta y volví a casa y me tumbé en el suelo, sobre una alfombra, a depurar…

Esta mañana, Eva y yo hemos coincidió al caso por la calle y hemos realizado otra sesión. Os la explico mañana en la segunda parte de esta historia.