Breasal, ¿dios celta o ser extraterrestre?


Sucedió en 1980, en la medianoche del 26 de diciembre. Condado de Suffolk, Inglaterra. Bosque de Rendlesham, a unos 134 km al noreste de Londres. Ese bosque está delimitado en sus extremos norte y sur por sendas bases aéreas de la RAF, muy activas en aquellos tiempos de guerra fría: RAF Bentwaters y RAF Woodbridge.
Los radares de dichas bases militares detectaron esa noche la presencia de un objeto volador no identificado. Un OVNI. Podía ser cualquier cosa, pero fuese lo que fuese, no respondía a los mensajes enviados por radio. A las bases llegaron, además, varias alertas civiles informando de la presencia en el cielo de extrañas luces parpadeantes. Las autoridades militares decidieron enviar una patrulla de policía militar para realizar una investigación in situ.
Los protagonistas de este avistamiento son dos integrantes de esa patrulla: el sargento James Penniston y el aviador de primera clase Jhonn Burroughs. Ambos informaron de haber visto una luz potente y cegadora emanando desde el suelo en pleno bosque. Según dijeron, una vez disipada esa luz, contemplaron atónitos frente a ellos la silueta de lo que parecía ser una nave triangular de color negro, jaspeada por luces azules, amarillas y anaranjadas. Calibraron sus dimensiones en unos 2 metros de alto por 2,75 metros de ancho. Penniston fue el que más se aproximó a la nave, hasta el extremo de tocar uno de sus costados con la mano. Lo tocó y lo sintió caliente. Observó además que el fuselaje de la nave presentaba marcas simbólicas muy semejantes, según pudo estimar, a los símbolos jeroglíficos del Antiguo Egipto. Apenas pasó la mano por el costado de la nave, Penniston sintió que “recibía” en su mente una visión muy clara y definida: la de varios renglones con combinaciones de unos y ceros. La visión desapareció apenas retiró su mano, y lo mismo sucedió con la nave triangular: se despegó del suelo emanando un intenso destello de luz brillante y desapareció por los aires en dirección a la costa.
Obviamente, las autoridades militares exhortaron a Penniston y Burroughs a guardar silencio, y ellos mismos se cuidaron mucho de abrir la boca, so pena de ver sus carreras profesionales y sus vidas personales totalmente arruinadas. Pero tan recio fue su silencio como imborrable la huella dejada en sus vidas por la fabulosa experiencia vivida, especialmente para Penniston, el “receptor” del mensaje extraterrestre. Callar la boca la calló, y lo hizo durante casi treinta años. Pero lo que también hizo fue transcribir a su libreta militar de bolsillo la larga relación numérica que visionó en el bosque, mientras tocaba la nave. De hecho, esa visión permaneció inscrita en su mente durante algunos días: el tiempo necesario para transcribirla. En sus propias palabras, no es que “transcribiese de memoria”, sino que “a partir de una imagen mental” de dichos números, como si alguien sostuviese frente a él un plafón con esa relación numérica perfectamente visible.
¿Se trataba de un código binario? Sí por su aspecto, desde luego, pero faltaba que un experto en programación lo trabajase, en busca de algún mensaje encriptado en aquellas hileras de unos y ceros recogidas por Penniston en seis páginas de su libreta de notas.
Eso sucedió casi 30 años después del encuentro OVNI. Hasta entonces, la relación numérica permaneció transcrita en la libreta de notas del militar, sin que fuese ni examinada ni interpretada. Pero en octubre de 2010 Penniston, ya retirado del ejército y dispuesto a llegar hasta el fondo de aquel lance intrigante, entregó sus notas a Nick Ciske, un programador informático experto en códigos binarios. Éste introdujo los números en su ordenador, los procesó y llegó a este sorprendente resultado:
EXPLORATION [of] HUMANITY
52º 09’ 42.532” N
13º 13’ 12.69” W
CONTI [nuos]
FOR PLANETARY ADVAN [ce]
Es decir: “Exploración de la humanidad continúa para el avance planetario”.
Las coordenadas de ubicación geográfica conducen a otra sorpresa: se trata de la exacta ubicación de la legendaria isla de Hy Brasil. En las antiguas culturas de nuestro mundo son muchas las historias míticas acerca de civilizaciones perdidas, y esta es la muestra de la cultura celta irlandesa.
Atendiendo a la mitología irlandesa de raíz celta, aquí estamos hablando de la isla del dios Breasal, Gran Rey del entero planeta Tierra y que, según la tradición celta, construyó su morada en el otro mundo, siendo ésta denominada “Hy-o-l-Breasal” en su honor. Dicha tradición afirma que su mundo es sólo visible a los ojos de la humanidad durante una sola noche cada siete años, y que sus funciones son las de proteger y orientar a viajeros y exploradores, y servir de enlace de contacto con los espíritus. (Si queréis profundizar en el conocimiento de las deidades antiguas de diferentes culturas, id a este enlace. La página entera no tiene desperdicio: http://www.scns.com/earthen/other/seanachaidh/godgoddess.html ).
Dicha isla debería situarse al oeste y noroeste de la intersección entre las islas de Arán y los acantilados de Moher (en gaélico, “Aillte an Mhothair”, o “acantilados de la ruina”), y hay constancia cartográfica de su existencia en mapas de los hermanos venecianos Pizzigani (1367), del cartógrafo genovés Albino de Canepa (1489), del cosmógrafo y cartógrafo español Diego Gutiérrez (1562), del cartógrafo holandés Lucas Janszoon Waghenaer (1583), del cartógrafo y matemático italiano Giovanni Antonio Magini (1597) y del cartógrafo holandés Joan Blaeu (1617).
¿Porqué las coordenadas de su posición están incluidas en el código binario supuestamente transmitido al sargento James Penniston por seres extraterrestres? Lo veremos en la próxima entrega, pero hay algunas teorías al respecto en un documental del Canal Historia, en cuyo inicio y a partir del minuto 35 se reseña el avistamiento aquí narrado. El enlace: http://www.documaniatv.com/historia/ancient-aliens-t2-10-contactos-alienigenas-video_6fae59e0f.html
¡Feliz visionado!

Energías espirituales.


En este Universo en el que habitamos, ninguna energía se crea ni se destruye, sino que simplemente se transforma. Este principio es comúnmente aplicado al mundo de la materia perceptible a través de los sentidos físicos: esto es, a todo lo captable material y racionalmente.
Sin embargo, si aplicamos ese principio a la realidad de nuestra muerte física, cabe preguntarse ¿a dónde va esa energía vital nuestra una vez fallecemos? ¿Se pierde? ¿Desaparece? ¿Se transforma? Y si es así, ¿en qué y hacia dónde?
No vamos aquí a plantear respuestas a estos interrogantes, pero sí que los vamos a aprovechar para narrar la existencia de un sistema energético humano imprescindible para la existencia del cuerpo físico. Un sistema energético no físico que gestiona la existencia de nuestra fuerza vital o prana, y que se compone de tres partes fundamentales, a saber:
1) Los cuatro cuerpos energéticos o cuerpos inmateriales y sus auras correspondientes.
2) Los siete centros energéticos o chacras.
3) Los canales energéticos o nadis.
Prana, palabra sánscrita traducible como “energía vital absoluta”, “principio vital” o “aliento de vida”, (o incluso “alma”, en el caso del ser humano), es la potencia activa que origina todos los procesos vitales de todos los seres vivos del planeta que habitamos. Se trata, pues, de una fuerza vital universal, indestructible incluso tras nuestra muerte física, pero muy altamente contaminable por los lances propios de la vida. Se manifiesta en múltiples realidades físicas como el calor, el tono muscular, el fluido nervioso y -acaso el más importante-, la respiración…
El plano de consciencia de cada forma terrestre viva depende de la frecuencia del prana que absorba y almacene. En la Tierra, nuestra especie es la forma viva que absorbe las frecuencias más altas de prana. Pero como somos duales, la frecuencia pránica absorbida desde nuestro componente homínido será siempre más densa y baja, más primaria, que la absorbida por nuestra parte humana.
En este sistema energético nuestro, los chacras (en sánscrito, “rueda” o “•círculo”) son una suerte de centros receptores, acumuladores, transformadores y distribuidores de las diferentes frecuencias del prana, mientras que los nadis (palabra sánscrita traducible por “arteria” o “tubo”) son como arterias intangibles que distribuyen el prana entre los chacras y los cuerpos inmateriales. Así pues, todo ser humano, compuesto de cuerpo y mente (realidades tangibles) dispone de centros de control (chacras) de su energía vital (prana) y de canales de distribución de dicha energía (nadis).
Veamos ahora los cuerpos inmateriales, a saber: el etérico, el emocional, el mental y el espiritual.
El cuerpo etérico, “cuerpo físico interior” o “doble etérico”, se corresponde de manera casi mimética con nuestro cuerpo físico. Nace y muere con cada uno de nosotros, y sirve de enlace con los cuerpos emocional/astral y mental, a los que nutre de todas las informaciones recogidas a través de los sentidos corporales. Este cuerpo etérico conecta energéticamente con dos fuentes básicas de energía terrestre, a través de dos chacras: la energía del Sol a través del chakra del plexo solar, y la de la Tierra a través del chacra basal. A través de los nadis y del resto de chacras, dichas energías fluyen de manera constante para nutrir el cuerpo físico. Un bloqueo en el cuerpo etérico, y nos sentiremos débiles orgánicamente e indiferentes emocionalmente. Un cuerpo etérico equilibrado, bien nutrido, nos generará en cambio una fuente de irradiación o aura energética que nos envolverá en un manto de protectora energía vital.
El cuerpo emocional o astral es la sede del carácter, emociones y sentimientos. Su aura tiene forma ovalada y recubre el cuerpo físico como una nebulosa de colores irisados que cambia constantemente de aspecto en función de cada experiencia emocional vivida y gestionada a nivel energético por los chacras (especialmente por el tercero, el del plexo solar). Colores oscuros y densos para angustias y opresiones, claros y transparentes para amores y alegrías.
Si este cuerpo emocional almacena experiencias no liberadas, éstas nos acompañarán en cada sucesiva reencarnación, determinando la visión de la realidad de nuestras vidas actuales. Serán estructuras emocionales inconscientes, e influirán en nuestra vida actual a despecho de lo que determinemos desde la mente consciente.
El cuerpo mental es el portador de lo racional e intuitivo: ideas y pensamientos. Su función originaria, y sin embargo la más desvirtuada en nuestra sociedad, es la de recoger y procesar racionalmente las Verdades Universales llegadas a través del cuerpo espiritual, actuando de enlace entre éste y la vida cotidiana. De este modo, el ser humano llega a ser capaz de vivir su vida del modo más ajustado posible respecto a esas Verdades. De un cuerpo mental que actúe así se dice que “vibra en octava mayor”. Esas “Verdades” son las que nos hablan del origen y destino de nuestra existencia, del verdadero sentido de nuestra vida. Cuando el cuerpo mental se abre al espiritual, todas nuestras acciones pasan a ser conducidas por nuestro yo superior: el que se abre al Amor Universal. Buscad a ese yo superior en lo que os inspira un recién nacido y entenderéis de qué va esto: un amor inocente y puro, a salvo de todo condicionamiento negativo acumulado a lo largo de la vida.
En cambio, apenas utilizamos la mente en ese menester, sino que pensamos en baja frecuencia (octava menor), siguiendo formas mentales ya creadas que generan hábitos e inercias muy áridos emocionalmente. Vivimos muy sujetos a la linealidad del entendimiento racional de nuestra época, muy centrados en nosotros mismos y envueltos por una coraza que nos aísla del exterior. Repetimos conductas, rechazamos cambios y nuevas ideas, nos anquilosamos en lo material y acumulamos infelicidad.
El cuerpo espiritual es el más humano de todos nuestros cuerpos energéticos, pues el hecho de ser el que mayor frecuencia de vibración posee lo convierte en el que más nos distingue como la especie terrestre que somos. Es nuestro único cuerpo inmortal, y en él reconocemos nuestra parte “divina”: el auténtico origen, destino y sentido de nuestra existencia. Para beneficiarnos de su esencia, no es necesario desarrollar una conexión consciente con él al extremo de un iluminado. Basta con abrirnos a sus frecuencias menores para experimentar una gozosa unidad interior con la vida entera en clave de amor, de comprensión, de serena sabiduría. La percepción consciente de la energía de este cuerpo depende en gran medida del estado y desarrollo de nuestros chacras. Lo interesante es que basta con acceder a las vibraciones más bajas de este cuerpo –y, por ende, las más “asequibles”- para bañar de su energía a los cuerpos emocional y etérico, con lo que nuestra vida cotidiana alcanzará una radiante y equilibrada armonía.
Conectar con el cuerpo espiritual nos llevará siempre a reconocer nuestro “yo superior”, que no es sino lo que llamamos “alma”. Alma inmortal, sin límites espaciales ni temporales. Alma que nos conecta con realidades inexplicables e inentendibles desde nuestra condición humana, pero imprescindibles para ella: la existencia divina, su esencia, sus contenidos y significados. Actuando así, viviremos una férrea unidad interior, a salvo de bloqueos energéticos y en contacto permanente con nuestro yo superior. Lo cual es plenamente compatible con una existencia bien anclada a la “normalidad de lo cotidiano”. ¡Y otorga una felicidad a prueba de bombas!

El sueño lúcido.


Los que dedicamos nuestra vida al esoterismo “serio”, exento de folclores mas cargado de “magia”, tenemos siempre muy presente el valor de nuestra mente en el control de nuestras emociones, sentimientos y pensamientos.
La mente es, de hecho, la puerta más directa a nuestra alma, y conviene aprender a franquearla.
¡Ojo! Control no es “represión” o “sometimiento”. Control es inspección y comprobación, dominio y autoridad, y trabajo activo (de limpieza y sanación, de avance y creación...). ¡Conviene determinar correctamente el alcance de las expresiones que usamos, más allá de su significado habitual!
Todos queremos vivir una vida tranquila y segura, en la que nuestros sueños (amor, salud, trabajo y dinero) se vean cumplidos. La realidad es a menudo otra: a muchos les toca sufrir por no ver cumplidos sus sueños. Y muchos son los que reaccionan mecánicamente a las situaciones de la vida, sin saber cuestionar las estructuras arquetípicas que condicionan sus acciones y reacciones. Con los sueños sucede igual: apenas les prestamos atención, con lo que perdemos su valioso potencial para crecer, sanar y enriquecer nuestra existencia.
El dormir es una suerte de digestión de los acontecimientos de la jornada, en tres planos: corporal, mental y espiritual. Ocupamos en ello una tercera parte de nuestra vida. Y al dormir, soñamos. Para la psicología, soñar es abrir una ventana al inconsciente, sin la mediación de los filtros mentales activos durante la vigilia. Para la espiritualidad, los sueños son el vehículo de mensajes recibidos desde planos superiores, propios (alma) y ajenos (divinidad).
A medio camino entre ambos puntos de vista, diremos que nuestro cuerpo emocional (sede de las emociones y de los deseos, que a su vez son la materialización de nuestros pensamientos) se expresa a través de los sueños. Los sueños son, pues, campo de expresión y de trabajo del alma, y a ellos podemos llegar a través de la mente.
¿Cómo? A través del sueño lúcido.
¿Alguna vez os habéis dado cuenta de que estabais soñando mientras estabais soñando? El sueño lúcido es aquél en el que el soñador mantiene viva la conciencia de estar soñando y la capacidad de interactuar en ese sueño, hasta el punto de manejarlo a su antojo.
Sueños de este tipo son muy útiles para hacer limpieza en nuestro cuerpo emocional profundo, pues se convierten en escenario de acciones inspiradas por las necesidades del alma. La puerta de acceso es la psique, pero luego, una vez conectados desde el sueño con nuestra energía emocional profunda, es esta la que “toma el control” del sueño, alterando la locación, los personajes, las acciones y los argumentos del sueño.
Para quien padezca de alguna “enfermedad del alma”, el sueño lúcido supondrá una plena capacidad terapéutica sobre sus males, por ocultos que estos sean. Logrando la interactuación entre mente y espíritu, el sueño lúcido trabajará para nosotros en ambos planos.
La capacidad del sueño lúcido es inherente al ser humano. Sucede que la madurez nos induce a la incredulidad, y ésta nos lleva al “olvido motivado” de esa capacidad, que todos poseemos. Para quienes vivan en ese “olvido motivado”, este tipo de sueños pueden realizarse a través de la práctica organizada, o bien mediante hipnosis. Quien escoja la primera opción, hará bien en aprovechar una buena sesión de reiki sanador para sus primeras prácticas.
Una buenísima primera lectura es el tratado Los sueños y cómo controlarlos (1867), obra pionera en la materia y debida al sinólogo francés Léon d’Hervey de Saint Denys. Si queréis una interpretación racional al sueño lúcido, leed sobre la Técnica MILD (Mnemonic Induced Lucid Dream, en castellano Inducción Mnemónica de Sueño Lúcido). Se trata de la tesis doctoral (1981) del científico Stephen LaBerge (Universidad de Stanford). De hecho, no es sino una visión científica de la proyección astral o “desdoblamiento”, proceso en el que la conciencia o cuerpo etéreo abandona el cuerpo físico o denso, manteniéndose unido a éste a través del “cordón de plata”. Leed Historia de Rampa. El cordón de plata, del monje budista británico Lobsang Rampa. Un manual más llano y al alcance de todos: El sueño lúcido, de Consuelo Barea.