Eva en su encrucijada (2ª parte)

De modo que, un par de meses más allá de nuestra primera sesión, Eva y yo coincidimos por la calle de nuestra villa. Ya lo habíamos hecho otras veces, pero en esos otros encuentros vividos habíamos charlado de generalidades, intercambiado bromas o, simplemente, holas y adioses y nos vemos pronto, todo bien, gracias y hasta la próxima…

El encuentro del que os hablo, en cambio, fue diferente desde su inicio.

Era casi mediodía y coincidimos por la calle Mayor y bueno, ella me estuvo lanzando una mirada intensa desde al menos 30 metros antes de alcanzarnos el uno al otro. Y cuando al fin lo hicimos, me espetó acalorada que tenía novedades y que quería una sesión conmigo, por breve que ésta fuese. Accedí. Convinimos cumplir cada cual con sus pequeñas obligaciones cotidianas todavía pendientes y citarnos en un bar determinado, unos minutos más tarde.

Y así lo hicimos.

Y ahí estábamos Eva y yo, a la hora convenida y en un bar vacío y desangelado. La propia barista, una vez nos hubo servido sendos botellines de cerveza fría y espumosa, se refugió en su cocina. Nos dijo aquella mujer –despeinada, ojerosa, con un aire de tristeza preocupada-, que éramos los primeros clientes en toda la mañana y que no soportaba ver tanto espacio libre…

-Nuestros bares ya no son lo que eran-, añadió. Y desapareció, engullida por su cocina. Y es verdad. La crisis económica y las nuevas leyes contra la droga social del tabaco han vaciado quién sabe cuántos bares del entero país. Y todo está muy quieto en nuestra vida económica. Apenas nada se mueve y en absoluto como antes, como dos o tres años atrás en el tiempo.

Eva me explicó sus novedades. Que había hablado –y mucho- con su marido. Que, de momento, compartían sólo techo y cuatro fórmulas de urbanidad forzada para garantizar una convivencia sana y un buen ambiente para con sus hijos. Que no habían puesto su hogar en venta todavía, aunque de seguro lo harían. Que ella no lo amaba; que él parecía aceptarlo con resignación; y que un galán local la estaba haciendo la corte a través de cierta red social.

¡Un galán de red social! He aquí un nuevo ítem de nuestros días… ¡Hacerle la corte a una mujer pulsándola determinadas teclas en el sentido más literal de la expresión!

Pedí a Eva el nombre de pila del caballero y me proporcionó un alias. La indiqué que pensara en él y desplegué mis cartas sobre la mesa, y esto fue lo que me hablaron: ¡los mismos idénticos mensajes en cuatro tiradas con (casi) los mismos idénticos arcanos en juego!

Un galán identificado siempre por el arcano de La Fuerza, con El Colgado en contra en tres tiradas (La Papisa en la primera), y siempre El Papa y La Justicia terrenal y El Ermitaño en juego y ya está, eso fue todo. Ninguna carta de movimiento, ninguna de pasión, ninguna de amor… Eva y yo nos quedamos estupefactos. Los mismos mensajes se repitieron cuatro veces, trazando un sendero estrecho, monótono, exento de ilusiones, sin el menor atisbo de arrebato pasional o de desenfrenado deseo… Como mucho, una promesa recia encerrada en La Fuerza, pero todavía no cumplida en la vida real.

Es La Fuerza una carta que representa a una persona fuerte, voluntariosa, determinada, con seguridad en sí misma, comprensiva y capaz de subyugar a los demás. Alguien que no teme a sus responsabilidades y que es capaz de dominar cualquier situación. En amor indica una fuerte necesidad de prestar plena atención al ser amado, de hacer que la relación avance, y también la capacidad para vivir momentos de gran romanticismo. Tanto romanticismo, que se genera la certera posibilidad de vivenciar lances de profunda, intensa y desatada pasión… Sin embargo, Colgado y Papa y Justicia reducían al galán de Eva a mera promesa oculta todavía, frenada por condicionantes sociales pero impulsada por la opción a ocupar espacio y tiempo en la vida de una mujer –Eva, la mujer- que busca nuevo candidato para su amor.

Y el amor no es como escoger a qué vagón te subes y en qué plaza te sientas y junto a quien lo vas a hacer… Puedes subir al primer o último vagón del convoy y avanzar por los pasillos y pasar de uno a otro vagón buscando una persona que te inspire algo bueno para sentarte a su lado y disfrutar de un viaje entretenido, agradable, creativo incluso… Y puedes desechar una candidata a compañía por haber otras personas de tu desagrado en al menos una de las restantes plazas libres junto a la persona escogida… Pero más allá de esta metáfora inocente está la vida, y en el epicentro de la vida vive el Amor en todos sus múltiples escenarios y papeles, como un Gran Teatro psicoemocional… Hay quien, como Eva, decide cambiar de escenario y partenaire; hay quien, como el galán en cuestión, puede ser un gran actor de las emociones y los sentimientos, alguien capaz de vivir su papel con intensidad y entrega, pero que decide enviar globos sonda a guisa de representante, antes de escoger en qué función desplegar todo su arte dramático.

¿Será porque la vida es puro teatro? El argumento de este melodrama: una mujer casada se descasa y busca. Un hombre casado la rececha, pero olvida la escopeta en casa. Su propia esposa la custodia. Veremos en el futuro más o menos inmediato en qué se ocupan sus respectivas energías. Las de Eva y las de su galán telemático.