¡Un humano que triunfa!


Hoy he recibido a un nuevo consultante atrapado en una realidad que le insatisface. Un hombre digamos llamado Francisco. Llamaba desde Vitoria, por ejemplo. Esposa, descendencia… Homosexual atrapado en una elección errónea… Llamó muy angustiado: conoció a un hombre que ha supuesto la llave necesaria para abrir su particular Caja de Pandora. Pero ese hombre ha desaparecido de su vida, asustado por el estallido de amor de Francisco…
Francisco: mi Tarot Evolutivo te dice que tus pensamientos son capaces de adquirir forma física, de hacerse realidad. Sólo necesitas aunar a la potencia de tu mente la potencia de tu alma, la energía más íntima y pura a disposición de nuestra especie.
Y esa energía no es otra que el amor. Sólo el amor es terapéutico, pues todo lo que genera dolor en el ser humano, todo lo erróneo en nuestra vida, viene de la falta de amor. Así como el alimento es necesario para el cuerpo físico, el amor es imprescindible para el cuerpo emocional. ¡Para el alma! El cuerpo no puede sobrevivir sin alimento; el alma no puede sobrevivir sin amor. Sin amor, o en un amor equivocado, falso, caduco, muerto, la energía se bloquea, y la propia vida cotidiana (la que llamamos “normal”) se convierte en un obstáculo para la vida más auténtica y real (la que llamamos “utopía”).
En nuestra cultura, del alma sólo nos acordamos en el umbral de nuestra muerte física. Y, en cambio, no nos damos cuenta de que el alma sirve para el amor, pues nace del amor y para el amor. No desde luego para el amor físico, para el estrictamente sexual. El sexo a secas es la forma vibracional más baja del amor: un simple contacto físico de raíz homínida. Una relación simplemente sexual, sin amor, sin intercambio de energía anímica, induce a un sentimiento de culpabilidad, por más que nuestros actuales arquetipos nos hurten a su alcance en aras de conceptos en boga hoy día como “hedonismo”, “libertad sexual” o “revolución sexual”. Y no hablo así porque lo diga nuestra extraviada Iglesia Católica o cualquiera otra igual de perdida que ella, sino porque en ese tipo de encuentros, toda la potencia espiritual humana queda relegada, fuera de juego. Como si en ellos te redujeras a ti y a tu pareja a una simple “cosa” que usas y desechas.
¿Y cuál es su forma vibracional más alta? La compasión. El sentimiento de conmiseración que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias. Una suerte de solidaridad activa para con aquellos que sufren, incluidos cada uno de nosotros mismos. Amar al prójimo como a uno mismo. Amarse a uno mismo como al prójimo.
(¿Os imagináis por un momento si la poderosa energía del inconsciente colectivo fluyera al unísono por el cauce de la compasión? El mundo entero se convertiría entonces en un paraíso de amor generado por un auténtico acto de fe: el de convertirnos en una única fuerza curativa, capaz de acabar con toda la miseria de este mundo).
El amor, por su parte, se sitúa a medio camino del sexo y de la compasión. Se trata de la mezcla perfecta de la energía física con la espiritual. Pues si hay amor, entonces hay gratitud. Hay entrega. Hay respeto. Hay magia. Sabes que tu acompañante tiene un alma, y compartes la tuya con la suya. Ahora bien: dar implica recibir, y ese es tu gran riesgo ahora, querido Francisco. Si tu amante, ese que te ha impulsado definitivamente a reconciliarte con tu homosexualidad y a luchar por ella, a vivirla al fin en todo su magnífico esplendor amoroso (que no simplemente sexual), no te devuelve lo que tú le das, no te da lo que tú le pides en (para ti) justo intercambio a tu entrega y a tus necesidades, a tus sueños, a tus anhelos, la energía de tu deseo frustrado, bloqueado, se convertirá en un fuego abrasador que te reducirá a cenizas, en un vórtice vertiginoso que te engullirá en el dolor y la amargura...
¿Involución ahora que estás al borde de evolucionar? ¡No!
Siendo que en ese amor depositas tus ansias y esperanzas de liberación, de autoafirmación, de felicidad en un amor vivo y para ti real, te digo: sube un escalón en tu desarrollo como ser humano espiritual. Abandona los dictados de tu mente, las órdenes de los arquetipos socioculturales, la ira y el miedo, la duda y la zozobra que genera en ti la desaparición (temporal) de tu amante libertador, y ten compasión.
Compasión de ti mismo. Compasión de él.
Si la compasión es la forma más elevada del amor, en la compasión te sentirás agradecido por haberte dado a él, y por haberte tomado él. Y viceversa. Os disteis y os tomasteis el uno al otro, y ese acto de entrega compartida, sin esperar nada a cambio, quizás para él haya sido una intensa aventura pasajera, quizás le haya supuesto (de momento) una excesiva responsabilidad, pero para ti ha supuesto la caída de la venda que cerraba tus ojos a tu realidad amorosa.
Si él te entrega lo que esperas de él, vivirás un sueño hecho realidad. Si él no te lo da, no hay problema, puesto que tú no le entregaste tu corazón a cambio de algo. Se lo entregaste a cambio de nada: por puro y simple amor en su grado sumo. Amor a ti. Amor a tu verdad. Y amor a él. Y, con todo, es mucho lo que ese hombre te ha entregado ya: la llave a tu propio interior oculto, encerrado. La llave a tu realización. A tu plena felicidad.
¿Y qué importancia tiene entonces el qué dirán? ¿La posición económica? ¿El metraje de tu futura vivienda, una vez te hayas separado –con respeto, con amor, con compasión- de tu esposa? Cualquier dificultad material que vivas a partir de ahora, reencontrado al fin contigo mismo, será vivida desde tu energía más pura, totalmente desatada: el AMOR.
El resto es, como suele decirse, mera infraestructura.
¡Vive tu fuerza!