Doblete de Venus.


Hay dos consultantes en mi vida como tarotista que me llaman poderosamente la atención, por ser ambas mujeres en proceso de reconexión reconciliadora con su arquetipo de Venus o Afrodita, la Diosa del Amor y cuidadora del eterno arquetipo femenino.
A Venus-Afrodita la conocéis todos, seguro… Regente de la belleza, del amor, de la sensualidad y seducción en su más profunda y amplia extensión, engloba también a la armonía, a las manifestaciones estéticas (¡fiestas incluidas!), al bienestar con nuestro entorno y con nosotros mismos… En suma, Venus representa a la pulsión vital más vívida y sensible, pero tamizada por el selecto filtro de la exquisitez y la armonía, en oposición directa a Tánatos, pulsión de muerte, violencia y destrucción.
En una suerte de íntimo renacimiento, ambas mujeres de las que ahora escribo se encaminan hacia la primera y principal condición necesaria para el establecimiento de una relación amorosa: el contacto con su propia Belleza interior. Con su propia Venus íntima e intransferible. Venus renovada y potenciada para la una, Venus renacida y reencontrada para la otra… Pero ambas viven el mismo proceso de amarse primero a sí mismas para amar a otros después.
Porque… ¿Cómo podemos amar a alguien si antes no nos amamos a nosotros mismos? Si rechazamos la que es nuestra propia esencia, es del todo imposible vincular nuestra vida humana a la de otro ser humano. Y si no estamos satisfechos con dicha esencia, con lo que somos, y si no la mejoramos de manera limpia y efectiva… ¡Nada que hacer, más que dar palos de ciego por la vida! Pues tal como nos vemos a nosotros mismos, nos ven los demás. Por eso siempre hay que seguir el impulso de Venus, que no el de Tánatos, a despecho de cuantos fracasos podamos acumular en nuestro historial particular, pasado y presente o incluso futuro. Venus permite contactar con nuestra Belleza interior y, en el caso de estas dos mujeres, retomarla, reconsiderarla, renacerla y hacerla llegar a su máximo potencial.
¡Ojo! La Belleza no responde a patrones ni modas, la Belleza no entiende de “fundas exteriores”, sino que se trata de una cualidad intangible del alma, una suerte de energía lumínica de gran potencia que ilumina nuestra Verdad más íntima y propia, lo que somos en realidad. Los antiguos griegos decían que Belleza es Verdad, y ahora veréis cómo. Cuando percibimos la Belleza de alguien, en realidad percibimos el estable y firme equilibrio armónico de ese alguien con su naturaleza humana, que no homínida. Es decir: esa Belleza nos remite a algo muy intrínsecamente propio de nuestra condición humana. No al instinto básico o a la satisfacción de instintos primarios, ni siquiera a típicos mensajes de nuestra sociedad como “Dame y dame porque yo lo valgo y no me importa quién se quede atrás”, sino a algo relacionado con la inteligencia y la sensibilidad más extremas posibles en nuestra especie.
A algo divino, en suma.
Y lo divino es nuestra Verdad como especie, pues somos mamíferos, sí, pero sólo en nuestro origen. También somos humanos, y tendemos por ello a lo divino. Ese es nuestro norte, y en él debemos porfiar.
Y en él porfían ambas damas. Las dos, cada una a su manera y cada una en su estado propio, con sus fuerzas y sus debilidades como mujeres, están aprendiendo a amarse a sí mismas, y ese progresivo conocimiento y aceptación de sí mismas en tanto que poderosas Afroditas las está impulsando hacia más amor. Hacia más seducción. Hacia más vértigo emocional…
El resto, y aunque resulte gratuito decirlo, es secundario. En ese resto entran preguntas tipo “¿Pero me quiere o no?”, “¿Dejará por mí a su esposa?”, “¿Debo lanzarme o no a esta aventura?”. Esas preguntas del “cómo” las responde el Tarot Evolutivo gracias a su poder de predicción, pero lo verdaderamente importante de mi disciplina es “enseñar” o mejor “explicar” o “anunciar” qué nos está pasando, y porqué. Venus-Afrodita sugiere a estas damas a lanzarse de cabeza en su particular estanque conceptual, de prístinas y refinadas aguas vitales. Su secreto revelado es este: “Reconócete como ser único y original en todo tu esplendor. Ámate y amarás”.
El resto es, pese a todos los todos posibles, mera infraestructura en nuestro camino personal hacia la plena autorrealización y felicidad.