La Ley de Atracción.


Todo pensamiento vibra. Todo pensamiento irradia una señal. Todo pensamiento atrae una señal que se corresponde con él.
Todo pensamiento humano es una forma de onda energética y, como tal, vibra de un determinado modo, hasta el punto de ser captable incluso más allá de su estricta verbalización, y de ser respondido por otra señal emitida por otro ser humano que, por norma general, se corresponderá con la nuestra.
Hablamos de la denominada “Ley de Atracción”.
La Ley de la Atracción postula que “Todo lo que se asemeja entre sí, se atrae entre sí”. Es decir: que todas aquellas energías vibracionales de pensamiento que concuerden entre sí, tenderán a reunirse. Por decirlo de algún modo: piensa en verde y serás captado y respondido por quien piense en verde, tú mismo incluido.
Ese “pensar en verde” representa tu “Punto de Atracción”.
Tu Punto de Atracción, representado por cualquier realidad de la vida a la que prestes tu atención, te llevará a emitir una vibración energética de pensamiento sintonizada con esa realidad. Como si sintonizases un aparato de radio en la frecuencia que emita lo que deseas experimentar. Si tu interés se decanta por la música blues, por ejemplo, sintonizarás la frecuencia de aquella emisora que emita música blues. O noticias. O deportes. O cualquier otra realidad mundana.
Sustituye “blues” o “deportes” por “amor” o “estabilidad económica”. O por “desesperación” o “angustia”. Por lo que tú desees. En cualquier caso, ese aparato de radio eres tú. Tu mente. Y las personas con las que te relacionas desde tu “emisora personal”, tus oyentes. Seguirán tu emisora, y llamarán a ella para interactuar contigo en tu misma onda vibratoria de emisión.
Según la Ley de la Atracción, pues, atraes hacia ti la esencia de lo que ocupa tu pensamiento, por lo que tu experiencia vital cotidiana reflejará fielmente lo que tengas en la cabeza, que no será necesariamente lo que guardes en tu alma.
La clave para atraer hacia tu experiencia vital aquello que deseas es simple: basta con alcanzar una armonía vibratoria con lo que deseas en tu vida. Si piensas ante todo en lo que no deseas, y más aún si lo que no deseas es lo que estás viviendo, tu experiencia vital reflejará aquello que rechazas y/o vives y se estancará en ello. En lo que te hace daño. Emitirás tu dolor, emitirás tus miserias, y te perpetuarás en este estado…
Y aún peor: atraerás de los demás el mismo estado. O se aprovecharán de ti, de tu estado de debilidad.
¿Cómo cambiar esto? Siguiendo a tus emociones. Ellas son un excepcional sistema de guía para mejorar tu vida. Si eres consciente de ellas, sabrás delimitar el alcance de lo que no quieres en tu vida, y bastará entonces con “mirar al otro lado” de tus males. Como si tu misma vida fuese una moneda. En uno de sus lados está tu onda vibratoria negativa. Supón que estás viviendo encarado al lado negativo de esa moneda. Y que en el otro está la parte positiva. Dále la vuelta mentalmente y observa qué hay.
Presta atención no a lo que va mal en tu vida, sino a lo que deseas que vaya bien en ella. Si prestas atención a lo que sientes y lo que sientes es negativo, estás perdido. Si prestas atención a lo que necesitas para ser feliz y a lo que sentirías siendo feliz, entrarás en la onda de tus necesidades cubiertas. Haz entonces que tus pensamientos se bañen en esas limpias aguas, y verás lo que sucede. En primer lugar, habrás logrado conectar con tu deseo a nivel anímico, en lugar de con su ausencia. Pasa entonces al nivel mental. Cuando tus pensamientos compartan el nivel vibratorio de tu deseo, empezarás a sentirte realmente bien. Por el contrario, si te limitas a vivir en tus vibraciones negativas, nunca superarás la ausencia de lo deseado y seguirás anclado en la frustración, en el desánimo, en la depresión, en el pesimismo…
Piensa ahora en el “ello” que precisa tu vida seca, tu vida triste, tu vida transida de dolor y frustración… Cuanto más piensas en ese “ello”, más vibras con y como ese “ello”; hasta que paulatinamente lo haces tuyo, lo incorporas a tu esencia, te fundes en él y lo atraes hacia ti, hacia tu cotidiana realidad. No hay explosiones, no hay iluminaciones, no hay misticismos… No tiene porqué haberlos. Hay un proceso de cambio natural y firme, muy sólido. Sencillamente, estás conectando con tu Luz interior paras iluminar aquél “ello” que habita en ti, aunque sólo sea al principio como simple y llano deseo atesorado por la naturaleza de tu alma humana.
El deseo es muy poderoso. Si deseas algo que no tienes y toda tu atención mental se centra en el hecho de que no lo tienes, seguirás sin obtener lo que deseas, pues la Ley de Atracción seguirá actuando según la vibración (negativa) del hecho de no tenerlo. Ese deseo se hará realidad a medida que cambies tu vibración, pues tu nueva vibración atraerá nuevas realidades. Sencillamente, harás que tu vibración y tu realidad coincidan. Serás tú mismo quien propicie tu realidad a través de tu pensamiento. Sólo tienes que bucear en tu alma en busca de tu vibración clara, limpia, positiva. Todos la tenemos. Tú la tienes. Ancla luego tu pensamiento a esa realidad deseada que anida en tu alma y sigue viviendo tu vida. No ocurrirá en ella nada que tú mismo no hayas propiciado a través de tu pensamiento.
Piénsalo. “Lo semejante se atrae”. Para obtener lo que deseas, la vibración de tu ser debe corresponderse con la vibración de tu deseo. Tus deseos deben vibrar al unísono con tus pensamientos, con tus creencias… Con tu energía mental. Y ésta debe primero depurarse de todo lo negativo, y para ello sólo es preciso conectarla con tu alma. La mente habita entre tu ser y tu alma. Tu alma desea lo mejor para tu ser. Hazlos conectar a través de la mente y verás cómo cambia todo a mejor.
Un último apunte, este sobre las vibraciones.
Todo vibra, ese es el principio máximo de nuestra existencia. Vibra el Universo entero, y vibramos todos y cada uno de nosotros. No intentemos entenderlo, es algo que supera a nuestra capacidad homínida. Busquemos sólo fundirnos a ello: actuar así es propio de nuestra capacidad humana. Esa armonía inexplicable que rige el Cosmos es extensible a nuestras vidas, pues nosotros formamos parte de él. Incluso de cualquier choque entre elementos del espacio surge un nuevo orden y armonía. Lo mismo sucede en nuestras vidas. Nosotros somos seres vivos y pensantes, y podemos variar nuestra onda vibracional y evitar así el choque, el caos y la destrucción, o superarlo si se produce, generando una nueva armonía después del colapso.
Basta para ello con atender a nuestra energía anímica, fuente y producto de Vida y Amor, teñir de ella nuestra mente, y seguir adelante con la emoción que otorga el hecho de estar vivos.
¡Inasequibles al desaliento!