¿En qué creer?


Cada mañana, al despertar, sales de tu mundo de los sueños y reconectas con el mundo real, el cotidiano. Y éste, como un agujero negro, engulle tus ilusiones, tus propósitos, tus energías… Queremos vivir la vida en un mundo nuestro, limpio y seguro, y el mundo que nos rodea se alza ante nosotros, ante nuestra pequeñez humana, como un hormigonado muro de locura y sin sentido contra el que chocamos de frente una y otra vez.
 ¿En qué creer? Podemos empezar por creer en nosotros mismos, valiéndonos para ello de la plasticidad de nuestro cerebro.
La mente es absolutamente plástica, dúctil y maleable, para lo bueno y para lo malo. A través de su activa red de neuronas, la mente interrelaciona todas y cada una de nuestras experiencias, arborizando conceptos y forjando la memoria de nuestra vida. Si esas experiencias son negativas, nuestra vida lo será también. Sin embargo, y pese a todo lo malo que nos sucede en esta existencia tan maravillosa y rara, siempre nos queda –y no a guisa de último recurso, sino de primero- la capacidad de transformarnos en positivo a través de órdenes cerebrales: estímulos conscientes que nos reparen y mejoren.
Te levantas por la mañana. Hoy luce el sol. El sol es hermoso, da calor, tiene poder… Así soy yo: yo soy como el sol. Soy un ser humano hermoso, cálido, poderoso… Capaz de lo mejor.
Te levantas por la mañana. Hoy llueve. El cielo es gris y se muestra amenazante. La lluvia limpiará la atmósfera y dará la vida a nuestra tierra. La tormenta será como un severo progenitor que nos regaña y nos asusta, y de ese sentirnos pequeños e indefensos nacerán nuevos brotes de vida sana y fresca. De vida mejorada.
Te levantas por la mañana. Hoy también respiras. Insuflarás a tus pulmones una bocanada de aire nuevo, vigor en estado puro. Y serás plenamente consciente de esa bocanada que regalas a tus pulmones, a todo tu ser. Tu mente elaborará este mensaje: “Respiro. Vale la pena hacerlo. Es maravilloso hacerlo. Puedo hacerlo y lo hago”.
Crees en ti. Crees en tu capacidad para crear pensamientos limpios a través de tu mente, y esos pensamientos que generas te permiten convertir en realidad todos y cada uno de tus propósitos. ¿El primero de ellos? No sucumbir al desaliento al enfrentarte al mundo exterior, al relacional, al social… Seguirás chocando con la realidad “real”, la que tenemos, la que hemos generado y mantenemos activa, aunque tanto nos amargue la existencia. ¿Quién puede cambiarla? ¿Y cómo?
Puedes tú. Puedo yo. Podemos todos y cada uno de nosotros: será –es, está siendo- una revolución, pero ésta es siempre individual... Como es adentro, es afuera. Como es nuestro interior, es nuestro exterior. Muchos interiores individuales de un mismo signo conforman un exterior colectivo, social, del mismo exacto signo. Así, lo pequeño o lo grande, lo malo o lo bueno, tanto en lo individual como en lo colectivo o social, es una dualidad directamente relacionada con la energía. A más energía positiva, menos energía negativa.
Pregúntate qué hay en tu interior. Si encuentras rabia, ira, malestar, inseguridad, desorden, egoísmo, insolidaridad, estrechez…, así será tu exterior, y así será tu aportación a nuestro mundo. Si recibes rabia, ira, malestar, inseguridad, desorden, egoísmo, insolidaridad, estrechez…, devuelve todo lo contrario, y todo lo contrario será tu interior y tu aportación a nuestro mundo.
Descubrirás que la verdadera realidad, la más auténtica, la que ni se compra ni se vende, no nos la pueden imponer ni negar, porque está en nosotros mismos. Habita en nuestros pensamientos, y se desarrolla y prevalece en nuestra fuerza. De ti depende cuál sea su signo. Si nuestro interior acepta situaciones que no desea, acaba generando esas propias situaciones indeseadas. Las alimenta, las engorda, las reproduce. Por la Ley de Vibración nos unimos a todo lo que es afín a nosotros. ¡Basta con cambiar de afinidad!