Odio y sufrimiento emocional.


Si no sientes amor en tu interior, si no sientes una suave alegría en cada momento de tu vida, ten por seguro que hay algo que no te anda del todo bien. Quizás tu estado psicoemocional te está llevando a sentir odio hacia alguien que te ha hecho algún mal, y esa actitud tuya será todo lo comprensible que se quiera a la luz de nuestro estilo de vida, pero en ningún caso es justificable.
Desde nuestra condición homínida, el odio y la agresividad juegan un importante rol de supervivencia, pero se trata de un mecanismo de respuesta tan limitado que no nos merece, pues por nuestra condición de seres humanos somos mucho más que eso.
Sentir odio hacia quien nos ha hecho mal sólo nos lleva a sufrir mientras odiamos, pues con nuestra respuesta perpetuamos y aumentamos nuestro daño recibido. El odio es una de las peores formas de autocastigo. Cuando sentimos odio hacia otro somos nosotros los que estamos sufriendo. Creemos castigar con nuestro odio a quien odiamos, pero en realidad nos castigamos a nosotros mismos.
Tomemos en consideración una frase muy conocida en nuestra cultura occidental: “poner la otra mejilla”. Todos sabemos que es una máxima cristiana, que no católica, y muchos serán quienes a la vista de realidades como el Vaticano o la hipocresía de la doble moral católica la descalifiquen. No es el caso hacerlo. Aquí queremos únicamente aclarar el significado de ese mensaje. Más allá de su sentido estrictamente físico, “poner la otra mejilla” supone mostrar el otro plano emocional como respuesta a una agresión externa. No el del odio, sino el otro: el del bienestar. Si alguien me provoca, si alguien me ofende, me ataca, me insulta, me engaña, yo elegiré mantener mi bienestar interior, mi equilibrio emocional.
Dejar de odiar es sencillo. Propongo un sencillo ejercicio de reflexión y condicionamiento mental en tres fases. Sirve para detener el odio, pero es aplicable a cualquier otro tipo de sufrimiento emocional.
1) Observarnos a nosotros mismos a distancia para observar así el odio que estamos destilando. Darnos cuenta de que odiamos.
2) Escoger libre y decididamente dejar de odiar, sabiendo que esa actitud será beneficiosa para nuestra vida.
3) Desterrar toda justificación contraria. No pensar que es difícil, no pensar que es imposible, no pensar que no seremos capaces de hacerlo.
En realidad, no es menester avanzar por el tortuoso camino de la Iluminación para llegar a dominar estas técnicas de autosanación. Basta con aplicar un control mental mínimo y seremos capaces de eliminar nuestra dependencia emocional de toda aquella situación cotidiana que nos genere dolor y sufrimiento. El poder de la mente es mucho. Aliada con el alma, es aún mayor. Basta con controlar nuestra mente y hacerla transitar por determinados cauces espirituales para lograr un control y un desarrollo de nuestro universo emocional.