Una mujer que llora (2ª parte).

Es La Papisa una carta femenina y religiosa, fría y pasiva, que sabe pero no actúa, y que sostiene un libro entre sus manos en el que están escritos todos sus lances de la vida. La boca fruncida en un rictus que evidencia concentración mental, la mirada absorta en pensamientos recurrentes sobre todo lo vivido… En esta tirada, La Papisa representaba a mi consultante como una mujer de cierta edad y enfrascada en la observancia de su pasado como si éste fuese una ley, un estatuto o una regla a la que se debiera rendir un cumplimiento exacto y puntual. Es decir: mi consultante era una mujer atrapada por su pasado por principio. Convencida de que no hay otra vía más que la de cargar con todo lo sufrido y sufrir por todo lo vivido

En contra suyo tenía al arcano de La Justicia terrenal. Es decir: no se había hecho justicia con ella, su verdad justa no había logrado salir a la luz. O había sufrido injusticias terrenales que jamás habían llegado a los tribunales, o cualquier proceso judicial que hubiese podido tener en su vida seguía pendiente de resolución o había concluido a despecho de su justo interés. Y La Fuerza, situada ante La Justicia, hablaba del enconamiento de esta mujer en obtener la satisfactoria sentencia a su favor, otorgándola una enérgica pasión en ello pero sin violencia, pues su arma de victoria sería la resistencia a largo plazo… Arma de doble filo, pero arma al fin y al cabo

¿Y La Luna? En la plaza de su disposición emocional, La Luna nos hablaba de conflictos internos, de desesperación en la oscuridad… Desconfianza, incertidumbres sobre su futuro, caminos equivocados, desorden y caos.

Por último, en la respuesta final, El Ermitaño alumbrando con su candil a La Papisa en su escudriñamiento casi obsesivo de sus conflictos del pasado expresaba soledad, aislamiento, la búsqueda profunda de su realización interior… Pero como quiera que su realización interior la buscaba iluminando a La Papisa –quien, como se dijo, oteaba obstinadamente todo el cúmulo de “causas pendientes”-, la conclusión final no podía ser sino esta:

-Señora, debe usted cortar la cadena de todas sus ataduras respecto a las negatividades de su pasado. Debe olvidarse de todos los procesos, judiciales o no, en los que resultase usted tratada injustamente. Luche con abogados por aquellas causas que requieran de la participación de la justicia, pero olvídese de ellos en su día a día… De ellos y de cualquier “malifeta” (esta señora y yo hablábamos en catalán; en castellano sería “trastada”, “jugarreta”… La palabra es bonita y por eso la incluyo aquí, con agrado, junto a su traducción) que haya podido usted sufrir. De otro modo, su pensamiento será negativo y sólo generará negatividades”.

La señora desgranó entonces una desencadenada retahíla de “malifetas” (robos, timos, engaños, divorcio…) ¡vividas en los últimos 20 años! Y su voz se quebró y su ánimo se excitó y su angustia aumentó a medida que manaban sus males desde su interior… Una cascada de dolor y de tormento deformado por el paso de los años hasta convertirse en un aluvión capaz de arrastrar su energía positiva. El pensamiento positivo siempre genera la misma crítica: no servir de ayuda para resolver los problemas reales. ¡Ojo! Pensar positivamente NO IMPLICA en absoluto negar u obviar los aspectos negativos de la realidad. Supone, en cambio, mayor capacidad para afrontarlos, negociar con ellos y seguir adelante por un sendero de Luz en nuestra vida.

¿Y la felicidad? ¡Pues igual consiste en caminar por ese sendero, a pesar de todos los pesares!

Una mujer que llora (1ª parte).

Una mujer llamó presa del lloro. Pidió entre disculpas y suspiros saber acerca de la muerte de otra mujer que permanecía ingresada en un hospital. Pedía conocer cuándo se produciría su tránsito hacia el otro lado. Cualquiera que ese "otro lado" sea, el Tarot no permite preguntar por él y, sin embargo, yo lo hice. Cuando pude ser consciente de mis actos, los arcanos estaban extendidos sobre mi mesa, susurrando “morirá antes de agosto”. Se lo dije a ella y al decírselo pensé que, segundos antes, mientras barajaba mis cartas, había estado diciéndole que ese tipo de cuestiones no se deben plantear en Tarot. Y, en cambio, yo lo había hecho. Podría decir que mis manos ejercieron su función de manera natural, sin que mi mente hubiese intervenido para impedirlo porque, de algún modo, por alguna razón, no era necesario que lo hiciese…

Era aquella mujer, según me explicó a continuación mi consultante, una anciana a su cuidado. Esperaba a su muerte para poder buscar a otra anciana a quien cuidar, pues esa era, me dijo, su única fuente de recursos monetarios: cuidar ancianos. Me habló de su situación económica y rompió a llorar de nuevo. Los hijos de la anciana le debían tres meses de sueldo. Pedimos por ello y el resultado fue que cobraría en breve todo su dinero. Pedimos por su trabajo futuro y resultó que podría perder una buena ocasión hacia el verano, pues estaría muy dolida por la muerte de su cuidada… En todo caso, entre noviembre y febrero iba a estar de nuevo ocupada.

Entonces la propuse una tirada acerca del estado de sus energías. Podríamos así determinar cuál era su modelo primordial como ser humano. Usaríamos los arcanos como un mapa que describiese su viaje hacia el autoconocimiento y, de ahí, hacia la autorrealización. Investigaríamos su arquetipo fundamental y podríamos luego pedir por su corrección, de manera que lograse hallar una vía hacia la felicidad o, como poco, hacia el sosiego emocional.

Aceptó, conecté y este fue el resultado de su Cruz Celta…

En representación suya, La Papisa. En contra, La Justicia terrenal. En su disposición emocional, La Luna. El resultado final, El Ermitaño. Como suma del total, La Fuerza. Tirada resuelta en sólo cinco cartas. Un mensaje claro y contundente, tan rotundo como un puñetazo rabioso contra la pared.

Y sí, el conjunto componía un poemario de angustias, un catálogo de lastres, una auténtica oda al auto encierro en penas y cuitas: dolores de origen antiguo, rémoras acumuladas a lo largo de los años que generaban dolor y miedo, inseguridad y dudas… Como una casa abandonada: cristales rotos, muebles desvencijados, cascotes y polvo, un jardín poblado de malas hierbas y reptiles… ¡Nadie podría vivir tranquilo en una casa así! Y, sin embargo, ese era su hogar interno, el espacio en el que habitaban sus energías.