Estuve un poco enfermo...

Ser “sensitivo” entraña riesgos de enfermedad energética por contaminación. Estos días he estado enfermo y ausente de mí mismo. Os puede parecer a algunos cosa rara o pura pose, y entiendo que así os sea. Es como todo en esta vida: hay que vivirlo pasa saber de qué se trata.
Tuve, pues, una serie de lecturas presenciales que me dejaron literalmente contaminado por las energías de mis consultantes y de los sujetos a ellos asociados. Me agoté en extremo bregando por desbloquear a través de mis arcanos los significados ocultos de la vida de personas de las que sólo conocía dos elementos: nombres de pila y relación con mis consultantes. Relación muy vaga y genérica, claro, apenas un titular tipo “Quiero preguntar por…” y listos, y cuyos detalles más ocultos van desvelando mis arcanos a medida que los interpreto.
En esas lecturas presenciales de que os hablo, mis relaciones con consultantes y consultados fueron siempre desde la lucha contra el mal, contra la generación de dolor y confusión psicoemocional mutua… Consultantes y consultados porque las personas a las que acogí en mi refugio o a cuyos hogares me desplacé no eran trigo emocional del todo limpio... Yo mismo no lo soy, a veces… No soy ni mucho menos ni perfecto ni limpio al 100%, tengo mis propias áreas íntimas capaces de moverme hacia el campo de la ira o la venganza, por ejemplo, o del dolor y la desesperación; y mi trabajo me deja en ocasiones “impregnado” de las bajas vibraciones ajenas, pero… Soy consciente emocional y mentalmente de mis zonas erróneas y de las vuestras. No me gustan esas realidades vuestras y mías, no las apruebo ni consiento y necesito trabajarlas y sé hacerlo correctamente. Sé que existen por nuestra misma condición homínida, y me aplico en el trabajo de reconducirlas hacia la Luz, de depurarlas como una estación depuradora de aguas contaminadas. Brotan (las mías) o caen en mi (las vuestras) sucias y revueltas, las filtro y las depuro y listos, vuelven a ser útiles en tanto que potables o salubres… Vuelven a ser como las aguas del Esla, el río de mi infancia y que da nombre a mi trabajo. Frescas, casi frías, caudalosas o tranquilas pero siempre sin freno. Fluidas. Aguas de un río entre montañas en pleno verano, en las que disfrutar de un baño renovador bajo el Sol intenso.
Así pues, en esas lecturas presenciales me enfrenté a un cóctel explosivo de males típicos de nuestra sociedad. Cuernos, embarazos por partida doble (a esposa y amante), avaricia, profundo desagradecimiento, engaño, ataques furibundos a la propia sangre (madre y hermana), filoeurismo despiadado y disfrazado de hipócrita bondad, mucho vicio y mucho griterío prepotente y ridículo en su mediocridad, pero cargado de maldad y de ceguera… Porque somos ciegos. Estamos ciegos. Vivimos ciegos, dominados por vibraciones muy bajas y sin apenas tomar conciencia de ello. Vivimos agobiados por realidades que nosotros mismos generamos, por más que nuestra “caída” en ellos no haya sido voluntaria o libremente decidida desde una posición de auténtico libre albedrío. “La vida ya era así cuando llegamos a ella” –dicen algunos-, pero yo respondo: Podemos cambiarla. Debemos cambiarla. Nadie nace enseñado y todos podemos aprender. La única revolución posible es siempre la individual. Muchas revoluciones individuales suman, al cabo, una auténtica revolución colectiva. Y yo aporto mi granito de arena a ella, claro… Aunque a veces me desbarate el bregar con tantas energías ajenas (y en ocasiones propias), voy aprendiendo a mantener una higiene y una praxis energética, como si yo mismo fuese una especie de atleta del espíritu que busca estar siempre en plena forma. Ahora, tras tomarme unas jornadas de respiro después de un semejante exceso de actividad, recibo de nuevo consultantes PERO sólo, de momento, en la distancia. A través del éter. Las presenciales volverán en breve, os lo prometo.